Conocer el Derecho, Servir a la Justicia

Autor: Alberto Carlos
Año: 1959
Ubicación: Lobby de entrada, Facultad de Filosofía y Letras

Los murales tienen una cualidad única: no concentran un solo mensaje, sino que despliegan un tapiz de significados que se tensan, se superponen y se contradicen. En este primer mural del recorrido, Conocer el Derecho, Servir a la Justicia, Alberto Carlos logra construir un discurso visual plural, donde cada zona del color encierra un dilema, una advertencia, una esperanza.

A primera vista, el título sugiere una ecuación sencilla: conocer el derecho como medio para alcanzar la justicia. Pero el mural no celebra ingenuamente esa relación. Más bien, la somete a juicio. Lo que se despliega ante nuestros ojos no es una ilustración del derecho, sino una alegoría crítica de su historia, sus promesas y sus desvíos.

La Justicia como visión, no como dogma

En el lado superior derecho, la justicia aparece como una figura femenina luminosa, con los brazos abiertos. No es la diosa con los ojos vendados ni con la balanza en mano. No hay rigidez ni severidad, sino apertura. Como señala la maestra Zoraya Valdiviezo, "Esta mujer da la bienvenida, no impone. El blanco que la rodea no es un ornamento, sino una declaración: la justicia es luz porque permite ver, no porque se oculte tras la neutralidad. Es una justicia ética, hospitalaria, vinculada al pensamiento más que a la norma. Esta zona del mural es clara, casi serena, pero no ingenua: está llena de tensión contenida, como una promesa aún por cumplir." (Lic. Zoraya Xochitl Valdiviezo Cardoza, Entrevista personal, 2 de abril del 2025).

La sombra y la distorsión: crítica del sistema

A la izquierda, la pintura se vuelve oscura, inquietante. La mujer atada frente al tribunal ya no representa una búsqueda de verdad, sino la humillación de la justicia ante el espectáculo. La figura que vierte objetos consumistas —aparatos, símbolos del confort moderno— es una imagen potente: el ser humano reducido a su función como consumidor, incapaz de mirar más allá de la mercancía. Aquí el mural señala sin ambigüedad que el progreso material, cuando no va acompañado de reflexión ética, puede ser alienación pura.

Y, sin embargo, el mural no cae en simplismos. Introduce incluso al comunismo, no como salvación, sino como otro intento —también problemático— de respuesta ante el caos. Todo se representa bajo juicio, incluso las soluciones. El arte aquí no se convierte en ideología, sino en crítica activa.

Un mural que exige pensamiento

Este no es un mural contemplativo. No busca agradar. Nos sitúa entre tensiones: entre el derecho institucionalizado y la justicia ética, entre el progreso y la deshumanización, entre la esperanza y el desencanto. Es un mural dramático, casi teatral, dividido en tres actos: la lucha, la crítica y la visión.

Al centro, como zona de transición, se acumulan los símbolos del malestar moderno. Todo en la composición es dinámico, como bien apunta la maestra Valdiviezo: "los colores cálidos del rosa y el blanco compiten con los tonos sombríos del azul, marrón y negro. La luz y la sombra no son meros contrastes visuales, sino campos de batalla simbólicos." (Lic. Zoraya Xochitl Valdiviezo Cardoza, Entrevista personal, 2 de abril del 2025).

Conclusión: una obra que nos transforma

Esta pintura no busca darnos respuestas, sino provocarnos preguntas. Nos lanza a la complejidad del mundo jurídico y social sin refugios ideológicos, con honestidad brutal. No hay consuelo fácil, pero sí una invitación: que el conocimiento del derecho no sea una herramienta de poder, sino una forma de servicio a la justicia real, a esa justicia que aún no ha llegado del todo, pero que sigue llamando desde la luz.