Emilia Currás: Estructura en Proceso

Autor: Guillermo Villanueva
Año: 2023
Ubicación: Corredor Escultórico, Universidad Autónoma de Chihuahua
Altura: 52 cm
Longitud: 28 cm
Profundidad: 33 cm

Encontrarse con la figura de Emilia Currás exige un cambio de ritmo: una pausa, una respiración distinta. A primera vista, su escultura parece más silenciosa, menos imponente. Pero basta detenerse un momento para que revele una profundidad insospechada. Porque aquí no estamos ante una figura histórica grandilocuente, sino frente a una mente que estructuró —sin que lo notáramos— la manera misma en que entendemos el conocimiento.

Currás no es un nombre que suene con frecuencia y, sin embargo, su legado se filtra en cada artículo académico, en cada base de datos, en cada sistema de organización del saber. Filósofa de la información, pionera del pensamiento documental, formuló una teoría —el Informacionismo— que comprendía la información no como datos sueltos, sino como entidades estructurables capaces de transformarse en conocimiento. Una alquimia intelectual. Y es esa idea, más que su figura, la que Villanueva parece capturar.

Su escultura, una cabeza abstracta hecha de chatarra soldada, fragmentaria y oxidada, no busca representar a la persona, sino evocar un proceso mental. Hay en ella una tensión contenida, como si el metal estuviera al borde de desintegrarse en una nube de conceptos. La obra no retrata a Currás: la piensa. La escultura misma parece estar en constante reorganización, en diálogo con su entorno, como si procesara información desde todos sus ángulos.

La elección del material no es accidental. En este caso, el metal reciclado no solo carga con un pasado material, sino también conceptual: cada pieza fue algo antes y ahora, al unirse, compone una nueva estructura. Justo como ocurre con el conocimiento. Lo caótico se vuelve sentido. Lo disperso, sistema. En ese gesto, Villanueva articula una poética de la información que resuena con la esencia del pensamiento currasiano.

Y está esa ya célebre composición piramidal.

La figura no busca agradar. No es clásica ni ornamental. Es áspera, afilada, profundamente contemporánea. No se impone con belleza, sino con complejidad. No es un objeto para ser contemplado pasivamente, sino una estructura que exige interpretación, que resiste la mirada fácil. En su centro hay una paradoja: cuanto más se fragmenta visualmente, más se cohesiona conceptualmente.

Ubicada en el Corredor Escultórico, rodeada de figuras históricas de fuerte peso simbólico, Emilia Currás representa lo que muchas veces permanece invisible: el pensamiento que estructura el pensamiento. Y eso es, tal vez, lo más radical de esta obra. En una era de sobreinformación, de inteligencia artificial y algoritmos, esta escultura —cruda, densa, inestable— nos recuerda que, sin reflexión, los datos no significan nada.

Villanueva logra aquí una de sus piezas más conceptuales. No rinde homenaje a una persona, sino a una forma de pensar. La escultura no concluye: está en proceso, como la propia información. Se despliega como pregunta, no como respuesta. Y en ello encuentra su mayor fuerza poética y filosófica.