Peitho: La Voz del Metal que Persuade
Autor: Guillermo Villanueva
Año: 2023
Ubicación: Corredor Escultórico, Universidad Autónoma de Chihuahua
Altura: 24 cm
Longitud: 52 cm
Profundidad: 32 cm
En el trayecto silente del Corredor Escultórico, donde las obras se alzan como pensamientos detenidos en el tiempo, una figura se impone con inusitada fuerza: Peitho, una escultura de metal que representa una cabeza abstracta, elevada no por su tamaño, sino por su elocuente silencio. Creada por el artista Guillermo Villanueva en 2023, esta obra se ubica frente a la Facultad de Periodismo y, desde ahí, se convierte en símbolo, en metáfora y en diálogo permanente con quienes transitan entre las letras, la voz y la verdad.
Peitho, en la mitología griega, es la diosa de la persuasión y la elocuencia. Su poder no radica en la fuerza, sino en la palabra que convence, en la cadencia que persuade, en el discurso que transforma. Acompañante de Afrodita, su vínculo con la seducción emocional no es superficial: es una muestra de cómo la palabra —como el arte— puede tocar fibras invisibles. La elección de esta figura mitológica para presidir la entrada al mundo del periodismo no es fortuita; al contrario, es profundamente reveladora: todo periodista, en su quehacer cotidiano, invoca a Peitho cada vez que informa, convence, interpreta o conmueve.
La escultura no es un retrato convencional. En palabras de la maestra Zoraya Valdiviezo, "es un equivalente a un retrato desde lo simbólico. Su forma es piramidal, sólida en la base, afilada en la cima: una alegoría de la construcción del pensamiento, del modo en que las ideas se articulan sobre cimientos firmes hasta alcanzar el filo agudo de la persuasión. Desde cualquier ángulo, la escultura mantiene su potencia visual; no hay punto débil. Esta geometría dota a la obra de una presencia ineludible, de una autoridad silenciosa que impone respeto sin necesidad de rostro." (Lic. Zoraya Xochitl Valdiviezo Cardoza, Entrevista personal, 2 de abril del 2025).
"La oxidación natural, provocada por la exposición al clima, no es una falla, sino una intención estética. Ese óxido, esa textura rugosa y profunda, confiere a la escultura una cualidad arcaica, como si emergiera de un pasado remoto, rescatada de las capas del tiempo. Es una estética olvidada, una belleza que no brilla, pero que permanece; que no grita, pero que se escucha. La escultura, así, se convierte en una voz de metal gastado, de historia acumulada." (Lic. Zoraya Xochitl Valdiviezo Cardoza, Entrevista personal, 2 de abril del 2025).
La abstracción de la cabeza —sin rasgos definidos, sin ojos que miren ni boca que hable— no empobrece su expresividad; al contrario, la libera. En su indefinición, cada espectador puede proyectar su propia idea de la voz, de la palabra, de la fuerza comunicativa. Esta figura parece estar en constante reflexión consigo misma, como si hablara en un lenguaje interno, casi ritual, que antecede a la palabra dicha. Y es que la persuasión no se reduce a la oratoria: también habita en el gesto, en el silencio, en la contemplación.
Villanueva emplea material de chatarra para esculpir esta cabeza que, lejos de representar decadencia, se transforma en símbolo de reinvención. La oxidación natural, provocada por la exposición al clima, no es una falla, sino una intención estética. Ese óxido, esa textura rugosa y profunda, confiere a la escultura una cualidad arcaica, como si emergiera de un pasado remoto, rescatada de las capas del tiempo. Es una estética olvidada, según Valdiviezo: una belleza que no brilla, pero que permanece; que no grita, pero que se escucha. La escultura, así, se convierte en una voz de metal gastado, de historia acumulada.
Este proceso de desgaste no deteriora la obra: la enriquece. Como las ideas en el periodismo —que cambian, envejecen, se reinterpretan, pero no pierden su fuerza— Peitho se vuelve testimonio del paso del tiempo y de la persistencia de los discursos. En esta metáfora visual, el metal se vuelve palabra, la oxidación se vuelve experiencia, y la chatarra se eleva al rango de símbolo.
Más aún, el uso de materiales de desecho nos remite a la práctica periodística misma. El periodista, como escultor de la información, trabaja con fragmentos dispersos de realidad, con datos sueltos, con hechos inconexos. Y es su labor darles forma, organizarlos, convertirlos en relato. En ese sentido, Peitho no solo representa la persuasión: encarna el acto mismo de comunicar, de construir sentido a partir de lo disperso, de dotar de belleza a lo cotidiano.
Iluminada únicamente por luz natural, la escultura varía con las horas: bajo el sol intenso se muestra imponente, dura, casi inquisitiva; al atardecer se suaviza, se torna íntima, introspectiva. Este juego con la luz refuerza su carácter dinámico: es una pieza viva, que cambia y se adapta, como lo hace el lenguaje, como lo hacen las ideas.
Peitho es, en última instancia, más que una escultura. Es una lección visual sobre la potencia de la palabra, sobre la importancia del lenguaje bien empleado, sobre el periodismo como arte de la influencia responsable. En su mutismo de hierro, esta cabeza abstracta habla. Y lo que dice no se olvida con facilidad.