Rodas: el Coloso del Conocimiento
Autor: Guillermo Villanueva
Año: 2023
Ubicación: Entrada de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Chihuahua
Altura: 178 cm
Longitud: 220 cm
Profundidad: 180 cm
A la entrada de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua se alza una figura imponente, solitaria y monumental: Rodas, una obra del escultor Guillermo Villanueva. Concebida en 2023, esta pieza no es solamente una estructura metálica; es una declaración simbólica de lo que representa el pensamiento humano en su máxima expresión. Su sola presencia invita a detenerse, observar y reflexionar.
El nombre de la escultura —Rodas— evoca de inmediato la memoria del célebre Coloso de Rodas, una de las maravillas del mundo antiguo. Y no es una referencia casual. Así como aquel gigantesco guardián de la isla griega custodiaba la entrada a su puerto, esta figura contemporánea, forjada en metal y espíritu, parece custodiar el umbral del conocimiento. Su emplazamiento en la Facultad de Filosofía y Letras no es arbitrario: Rodas es un umbral simbólico que acoge y desafía a quienes deciden internarse en el estudio de las ideas, de la historia, de la literatura, de la palabra como expresión del alma humana.
Un símbolo de grandeza y fragilidad
La escultura ha sido elaborada con chatarra, un material que, en su naturaleza residual, representa todo aquello que una sociedad ha decidido dejar atrás. Pero aquí, Villanueva le otorga una segunda vida, elevándola a símbolo de poder intelectual. Lo descartado se convierte en sagrado, y en esa transformación se inscribe un mensaje profundo: el conocimiento humano, por más sólido que parezca, siempre está amenazado por el olvido, la indiferencia o la destrucción simbólica.
La fragilidad del legado humano —tema constante en la reflexión filosófica— se insinúa en esta obra no como ruina, sino como advertencia. La escultura permanece entera, en una sola pieza, y en esa integridad formal se vislumbra una enseñanza: la unidad del saber no debe fragmentarse. Filosofía, literatura, historia, arte... todo está entrelazado.
Una mirada hacia el porvenir
Uno de los elementos más notables es la mirada fija del coloso. Según la visión artística de la Maestra Zoraya Valdiviezo, de la Facultad de Artes, "esta dirección visual representa una bienvenida, como si la escultura ofreciera su protección y su sabiduría a los estudiantes que se acercan. Pero esa mirada no es pasiva: desafía, interroga, guía. Mira hacia el horizonte intelectual, hacia un futuro lleno de preguntas, de respuestas tentativas, de búsquedas incesantes...
Desde esa posición de vigía, Rodas no solo da la bienvenida a los nuevos pensadores, sino que también los enfrenta con el peso de la tradición: Aquí se estudia lo que otros han pensado antes que tú. Aquí te corresponde continuar esa conversación . Así, Rodas se convierte en una suerte de guardián del pensamiento, en una figura estoica que encarna tanto la grandeza como la precariedad de la razón." (Lic. Zoraya Xochitl Valdiviezo Cardoza, Entrevista personal, 2 de abril del 2025).
Luz natural, mensaje eterno
La escultura recibe iluminación natural, lo cual no es un detalle técnico menor. La luz cambia a lo largo del día, y con ella cambian las sombras, las texturas, la expresión de la figura. Esto añade una dimensión viva a la obra: Rodas respira con el paso del tiempo, como lo hace el conocimiento mismo. No es un monumento estático; es un ser simbólico en constante transformación.
Un desafío a la altura del arte
Hablar de Rodas, en suma, es hablar de una apuesta estética y filosófica ambiciosa. Guillermo Villanueva ha creado algo más que una escultura: ha forjado un emblema de lo que significa estudiar en una facultad dedicada al pensamiento crítico. La pieza, con su robustez austera y su simbolismo potente, nos recuerda que la filosofía y la literatura no son meras disciplinas académicas: son modos de habitar el mundo con profundidad, con responsabilidad, con sentido histórico.
Rodas no es solo una escultura: es un desafío, un llamado, una advertencia y una promesa. Al atravesar su mirada y caminar junto a su sombra, el visitante queda transformado. Porque enfrentarse a Rodas es, en última instancia, enfrentarse a uno mismo y a la pregunta fundamental que toda obra de arte nos lanza en silencio.
Y es que Rodas, desde su imponente presencia, se convierte en mucho más que un objeto escultórico. Se convierte en un interlocutor silencioso, en una figura que —sin palabras— emite un discurso que cada estudiante interpreta a su manera. La obra, en ese sentido, es generosa: no impone una sola lectura, sino que sugiere, estimula, provoca. Como el buen arte. Como la buena filosofía.
La iluminación natural, que baña la figura durante todo el día, añade una dimensión casi mística al conjunto. La escultura cambia con la hora: bajo el sol directo, el metal reluce con intensidad, pareciendo casi celestial; mientras que, en la sombra del atardecer, su silueta se vuelve melancólica, como un pensamiento profundo que desciende hacia lo inefable. Esta variabilidad lumínica no es un mero accidente: forma parte de la experiencia estética. El conocimiento, como la luz, también se transforma según el ángulo desde el cual se lo mire.
Lo más intrigante es cómo el uso de materiales reciclados —chatarra, en apariencia sin valor— se convierte aquí en una poderosa metáfora. Villanueva rescata lo que otros desechan y lo convierte en símbolo. Esa operación plástica es también una operación filosófica: la resignificación de lo olvidado, la dignificación de lo marginal, la reconstrucción de lo aparentemente perdido. Rodas nos recuerda que todo conocimiento humano es, en el fondo, una forma de reciclaje: un constante volver sobre las ideas del pasado, reinterpretarlas y construir algo nuevo sobre los restos de lo anterior.
La profesora Zoraya Valdiviezo, desde su mirada académica y artística, sugiere que la dirección de "la mirada del coloso tiene un sentido particular: da la bienvenida a los navegantes, a quienes se adentran en este mar que es el conocimiento humanístico. Y no podría ser más certera esa visión. Porque Rodas, con su mirada firme, parece decir: Este es el umbral. De aquí en adelante, cada paso que des será un compromiso con el pensamiento, con la palabra, con la memoria de lo que fuimos y la posibilidad de lo que seremos ... Su carácter de pieza única, centrada, indivisible, encarna también la aspiración de totalidad que hay en todo saber humanista. Una sola pieza, sí, pero hecha de muchos fragmentos; como el pensamiento mismo, que nunca es puro ni lineal, sino que surge del entrecruzamiento de ideas, de la fusión de influencias, de la tensión entre tradición e innovación. Esa integridad formal no niega la multiplicidad, sino que la integra, la ordena, la dignifica." (Lic. Zoraya Xochitl Valdiviezo Cardoza, Entrevista personal, 2 de abril del 2025).
En definitiva, Rodas no es solo una escultura. Es un umbral simbólico. Es un vigía. Es una advertencia. Pero también es una promesa: la promesa de que el conocimiento, por frágil que sea, puede resistir; de que la cultura, aunque amenazada, puede renacer; de que cada generación, al cruzar esa entrada, puede —y debe— reencontrarse con las preguntas esenciales, con los grandes relatos, con los gestos valientes de quienes antes que nosotros intentaron comprender el mundo.
Y así, cada estudiante que entra a la Facultad de Filosofía y Letras lo hace bajo la sombra atenta de este gigante. No es una sombra opresiva, sino protectora. No impone, sino que guía. No impide el paso, sino que lo ritualiza. Porque ingresar a este espacio del pensamiento, bajo la mirada de Rodas, es comprometerse con algo más grande que uno mismo.